Por: Estefanía Bohórquez Pérez
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En Colombia amamos el fútbol, y con el talento que hay en todas las generaciones uno siempre sueña con llegar a estar entre los más grandes del mundo. Por diferentes razones desde Francia 98 no íbamos a un mundial, esas imágenes casi nulas en mi mente no me dejaban tener un recuerdo exacto, pero si permanecía esa ilusión que no se borra. Es más, en la eliminatoria pasada al quedar sin posibilidades pensaba muy triste: ¿será que me voy a morir y no voy a poder volver a ver a mi selección en un mundial?
Pero esta generación, que es la mía, le devolvió la esperanza a este país que siempre ha amado el deporte de la pecosa, a pesar de que en deportes individuales como el patinaje y el ciclismo podemos ser mayor potencia. Por eso me quise tomar el espacio de esta semana para recordarles algunas de las canciones que combinadas con el fútbol y las pasiones nacionales que despierta hacen retumbar el corazón del hincha nacional.
Y es que a quién no se le hace un nudo en la garganta al escuchar los sones del bambuco de Garzón y Collazos Soy Colombiano: “A mí deme un aguardiente, un aguardiente de caña, de las cañas de mis valles y el anís de mis montañas. No me dé trago extranjero que es caro y no sabe a bueno, porque yo quiero siempre lo de mi tierra primero. ¡Ay que orgullosos me siento de haber nacido en mi pueblo! ¡Ay que orgulloso me siento de ser un buen colombiano!” ¿Se infla el pecho verdad?
O el ritmo, bastante pegajoso por cierto, del “oeee oeea oeee oeea Si si Colombia Si si Caribe”. Sin dejar atrás la cumbia “Colombia, tierra querida, himno de fe y armonía. Cantemos, cantemos todos grito de paz y alegría. Vivemos, siempre vivemos a nuestra patria querida. Su suelo es una oración y es un canto de la vida”. Que harían famosa Matilde Díaz y Lucho Bermudez y que en realidad lo hacen decir a uno “Cantando, cantando yo viviré, Colombia, tierra querida”. Pero el fútbol colombiano no enamora solo a los nacionales, la selección del 90 tenía encantado al cantante dominicano de merengue Eddy Herrera quien hizo una canción llamada A Colombia: “A Colombia la gran estrella del mundial… Con El Tino Asprilla el buen fútbol siempre brilla… Con el Pibe Valderrama, su equipo siempre gana…”
Ahora bien, para no quedarnos en los clásicos vamos a una canción que hizo en honor a la selección la banda Los Alfa 8 titulada Tremenda, la cual adaptaron para ponerse a tono con Brasil 2014. Ellos entonan “Vamos todos con Colombia a apoyar a nuestro equipo, vamos a la copa mundo. Vamos muchachos con valor a sudar la tricolor que es tremenda selección”. Una fusión de instrumentos de percusión y un toque de sonidos electrónicos muy al estilo “batucada”. También aparece el Himno de la Selección Colombia escrito por BIP: “Arriba mi selección, vamos, vamos a ganar… como tú no hay otra igual… Quiero gritarle al mundo que te llevo en mi corazón y que yo me siento orgulloso se ser colombiano… mi selección por siempre te amaré”.
Todas las anteriores letras, a pesar de los diferentes ritmos en que resuenan, tiene una particularidad, estas son muestra de los sentimientos bellos y de orgullo que puede despertar una sana pasión por el deporte que más aficionados tiene en el mundo, y que más millones mueve.
Pero tristemente no todos entendemos tal pasión de esa buena manera. Es desalentador enterarse que después del contundente triunfo de Colombia ante Grecia hubo 9 o 10 muertos en Bogotá, es más, lo lleva a uno a pensar ¿será que hubiera sido mejor que no ganará o por el contrario al ser derrotados los decesos hubieran sido más? Es ilógico que lo que debería significar alegría, regocijo y fiesta terminó siendo tragedia para las familias de estos difuntos. Lo más duro es que los lamentables hechos hacen recordar tragedias como la del asesinato de Andres Escobar ese fatídico 2 de julio de 1994.
Por eso, a la entrega de este texto sin conocer el resultado del partido contra Costa de Marfil, los invito a que la celebración de hoy sea mostrando lo más agradable de este país que es cálido, dejemos de lado la violencia y les propongo que el máximo daño que hagan sea -como hizo su servidora con tan solo 9 años, sin ninguna mala intención, en aquella Copa América de 2001- romper media vajilla por la euforia de la celebración.
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