domingo, 8 de junio de 2014

La cobardía de los colombianos


Por: Óscar Téllez Dulcey
Facebook: Oscar Tellez
Twitter: @oscar_ftellez


No creo que en el mundo existan personas más cobardes que nosotros los colombianos. Y si, lamentablemente es así. Pero ¿por qué?, pues porque simple y sencillamente cuando no la tiramos de valientes pasamos a ser la burla, los raros, los mentirosos, los patéticos, y pues en términos de política pasamos –en una gran parte de los casos- a ser el enemigo cuasi militar de aquellos dueños de una verdad propia y contradictores de ideas diferentes.

No me había atrevido a escribir sobre el tema de las elecciones porque pienso que nadie está en la capacidad de explicar los acontecimientos de ahondar lo ocurrido en lo que sucede detrás de una elección popular, sin tener un nodo específico para tratar. En mi caso, ese nodo es la poca valentía que emanamos en nuestra república. Somos tan cobardes que si pudiéramos le pondríamos a la bandera ese refrán de las abuelas que promulga: mejor malo conocido, que bueno por conocer. Que patético sentir temor por visualizar cosas y situaciones que marquen diferencia. Y es que nos acostumbramos a tantas cosas, y las hacemos parte de nuestras vidas, que si rompemos con la línea estaremos mal, y peor aún, como nuestra situación es tan común creemos que anda muy bien.

Dimos síntomas de valentía cuando, al votar por Clara López, nos enorgullecimos de nuestro voto. Aunque la cantidad de sufragantes a favor de la candidata no le alcanzaron para tener su puesto en la segunda vuelta, le decíamos a los quienes se abstuvieron de votar y a quienes prefirieron engordar los bolsillos de ese pequeño grupo que nos ha machacado desde el siglo pasado, que los diferentes éramos valientes, cosa que es verdad éramos. Y al día de hoy no somos valientes para mostrar la inconformidad de los resultados, los valientes nos acobardamos cuando el barco se hundió en los océanos del proceso de paz. 

Es en este punto, cuando me doy cuenta que encontré algo en común con el candidato Peñalosa cuando afirmó que no respaldaría a ninguno de los aspirantes en la segunda vuelta. Por otro lado, los cobardes consolidamos alianzas, marchamos en caravanas, dimos la palabra y  desmotivados alzamos una consigna: debemos votar contra Uribe. He decidido salir de la cobardía y negar mi apoyo a cualquiera de los dos personajes (porque simplemente no voy a ser cómplice de la ruina del país). Mi voto se irá totalmente anulado con el atardecer, y aunque muchos me dirán  patético, tonto y desinteresado, yo solo les diré que ellos se han tragado el cuento de que la solución al conflicto está con la firma del papel que se redacte en La Habana.

Si en mis manos estuviera, sentaría a cada ciudadano y ciudadana en las diferentes plazas de importancia política en el país para que se abstengan de votar, y en cambio manifestar el desprecio por seguir con las políticas tan anticuadas y absurdas que fundaron nuestra república por allá en el siglo XIX. Pero como no va a ser así, porque nos da miedo lo que pueda pasar, solo puedo ejercer mi deber como jurado de votación, anular mi voto y escribir estas líneas que como todo el papel aguantan lo que le pongan encima. Aunque no está demás elaborar un proyecto de ley que obligue a los candidatos a tener cierto número de votos, con respecto al índice de personas aptas para votar y no de votantes. Pero me dejo de pendejadas que ni siquiera los Funcionarios Públicos de corte barrial van a tomar como importantes.  

Finalizaré diciendo, que en Colombia transpiramos fútbol, y por eso sea cual sea la desgraciada decisión que tomemos el 15 de junio para seguir hundiendo a nuestro país en el abismo, nos calmaremos con los partidos de primera ronda del mundial. Y los valientes vueltos cobardes, sufriremos por la tricolor, aunque sepamos que detrás del espectáculo futbolero hay cosas macabras y repugnantes. Lo peor va a pasar, el mundial se llevará a cabo y Santos o Zuluaga serán el próximo Presidente.

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