¿Agua?
¿Dónde?, se nos perdió y ya no sabemos dónde encontrarla
Por: Oscar Tellez Dulcey
Facebook: Oscar Tellez
Twitter: @oscar_ftellez
El agua debió darse a cada habitante del territorio por igual. Para adquirir el preciado líquido no tiene porque importar la zona que se habite, pero tal parece que la sensualidad del capitalismo basta para que privaticemos y vistamos con la ropa de lo público, aquello que por derecho pertenece a la raza humana. No en Bolivia, allá no, porque Evo a pesar de las discusiones bien propuestas por las feministas, se ha puesto en la tarea de resaltar el verdadero sentido de lo público en el líquido que regula el derecho más importante de todos: el derecho a la vida.
Vuelvo a escribir después de dos semanas de cambios drásticos en las publicaciones de este blog, y quiero referirme a la negligencia del Estado colombiano para reconocer el agua como un regulador de ese derecho a la vida. Quizás no se hacen pronunciamientos públicos que entiendan el agua como garante de los derechos humanos, pero el acto simbólico de ponerle un valor monetario, le otorga exclusividad. El agua es para aquellos que la compren, ni siquiera los vecinos de ríos, quebradas, pozos y demás fuentes, están del todo librados de la depredación monetaria, las grandes multinacionales compran los ‘’paquetes gangas’’ del Estado que incluyen: los ríos, valles, pastos, montañas y planicies de muchos territorios.
El mundo entero le otorga un valor de cambio al agua. Las grandes celebridades del planeta se enroscan en la ‘’campaña del balde de agua’’ para pagar por ella millones de dólares, desperdiciándola de una forma tonta, absurda y en momentos patética. A Messi, Obhama, Shakira Piqué y Justin Bieber les sobra el agua, simplemente porque les sobra el dinero. El que no trabaje, pues que no coma, pero el que nace tiene la obligación y el derecho de beber agua si o si.
En Colombia, usamos las ventajas del agua para promover la explotación de minerales sólidos y petróleo, bueno dejamos que las grandes multinacionales las usen por nosotros, porque hasta para extraer minerales somos retrasados. Llenamos las capas de la tierra de millones de litros de agua que perforan los posos petroleros, y cuando llega la sequía a las zonas de explotación le echamos el pato a los campesinos y diferentes comunidades que viven de la ganadería y la tala de árboles. En Colombia despreciamos los páramos y los volamos a punta de explosivos para buscar guacas que se privilegian y protegen más que los frailejones.
Las consecuencias del cambio climático se multiplican en el sol del Ecuador, el verde de los pastos se torna amarillento, los animales caen rendidos a los suelos para morir, los niños ven dos caminos: morir de sed por falta de agua, o morir de hambre porque los cultivos no pueden ser regados y se marchitan. El Estado neoliberal se venda los ojos frente a esta realidad. El gobierno colombiano no se mueve de su modelo de desarrollo tan mal planteado: es más importante mantener la inversión extranjera que garantice el desarrollo económico e industrial de un país, que mirar las consecuencias que ese modelo, importado y copiado de culturas diferentes, genera en nuestra realidad.
Tal parece, que los dueños del país entienden bien la lógica: el acumular gran capital les permitirá tener acceso exclusivo al agua. No importan los males que se generen, el egoísmo y el privilegio de lo individual sobre lo común nos destruye. Y si no me creen pregúntenle a la British Petroleum Company, cómo van las negociaciones con Colombia para extraer petróleo en Guainía, a costa del bienestar de la tribu Nukak Maku, la comunidad cazadora recolectora que habita la zona (no vendida aun, pero si cercada a manera de reservación) en donde se encontró una nueva fuente de petróleo.
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