lunes, 18 de agosto de 2014

Ni con el pétalo de una rosa. Parte I


Por Estefanía Bohórquez Pérez



Hoy elaboro un mensaje para usted, sí amiga, usted que se pregunta si es culpa suya, usted que vive envuelta en los miedos, usted que cree que sola no puede salir adelante, usted que a pesar de los moretones y la sangre sigue sin inmutarse. Sé que va a decir que nadie la entiende, sé que puede que siga en negación o peor aun buscando de cualquier forma que su actuar no despierte al ‘animal’ con el que convive.  Y puede que tenga razón, nadie la entiende, pero disculpe es que es imposible entender que usted permita que la maltraten y aún siga allí, es increíble que no se escabulla por, al menos, el instinto de conservación.

El viejo adagio popular "a una mujer no se le toca ni con el pétalo de una rosa", depronto nacido también en un pensamiento machista de ver a la mujer como un ser más débil, pero que si hubiera sido bien inculcado sería un perfecto salvavidas, porque  todavía en este siglo, después de todas las luchas, hay personas que se creen con propiedad sobre su pareja y que consideran que esta es un saco de boxeo en el que pueden desahogar su frustración.

Es triste que muchos consideren normal escuchar de una golpiza por violencia intrafamiliar a diario. Pero es peor oír a las personas diciendo que las peleas en la pareja son normales, que los gritos son aceptables y, lo más absurdo, que si no hay celos no hay amor, mentiras que conllevan al desarrollo del campo de cultivo para abusos físicos y sicológicos.

Y como lastimosamente esto ha sido una constante durante siglos, quiero traer a la memoria las palabras de la artista española Bebe en su canción Malo, que describe las percepciones de una mujer que es frecuentemente golpeada: “Apareciste una noche fría con olor a tabaco sucio y a ginebra, el miedo ya me recorría mientras cruzaba los deditos tras la puerta. Tu carita de niño guapo se la ha ido comiendo el tiempo por tus venas y tu inseguridad machista se refleja cada día en mis lagrimitas”.

Obvio que estas palabras le duelen, lógico que esté espantada, pero tienen que sacar el valor para dejar de rogarle a ese poco hombre y no tener que volver a decir “una vez más no, por favor, que estoy cansada y no puedo con el corazón, una vez más no, mi amor, por favor, no grites, que los niños duermen”. Si no reacciona por usted, hágalo por sus hijos, ellos tienen derecho a estar tranquilos, a no ver que la maltraten y de ningún modo ser maltratados, además tenga en cuenta que este ambiente será asumido por ellos como natural y estará ‘criando’ a los futuros maltratadores o maltratados.

Hoy solo quiero invitarla a que diga BASTA, hoy solo quiero decirle que no está sola, que hay muchas mujeres que como usted han sido maltratadas, pero que han salido adelante y hay toda una red de apoyo para que usted también lo logre y le grite en la cara a ese ‘‘animal’’: “voy a volverme como el fuego, voy a quemar tu puño de acero, y del mora’o de mi mejilla saldrá el valor pa’ cobrarme las heridas”. Y cobrárselas no quiere decir devolviéndole golpes, aunque si le da una patada en la ingle o un puño en el tabique para defenderse nadie se lo reprochará, pero no hay nada que humille más a estos que se las dan de ‘‘machos’’ que demostrarles que para nada son necesarios y que uno está mucho mejor sin ellos.


La exhorto a que le haga entender que “no se daña a quien se quiere… no te pienses mejor que las mujeres… Eres débil y eres mal, no te pienses mejor que yo ni que nadie, ahora yo me fumo un cigarrito y te echo el humo en el corazoncito” y la invito a que le dedique mi próxima columna, que será totalmente descriptiva para mostrar a la sociedad en general cómo se deben percibir y sancionar estos ‘individuos’.

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