sábado, 23 de agosto de 2014

Ni con el pétalo de una rosa. Parte II

Por: Estefanía Bohórquez Pérez


En mi entrega anterior me dediqué a hacer un llamado a todas aquellas mujeres que son maltratadas y que siguen con su agresor por diferentes razones. Una sacudida para que se alejen lo más rápido posible de estos personajes que no hacen más que acabar con el autoestima de su pareja y pueden llegar hasta a asesinarlas en uno de sus arranques.

Hoy quiero, haciendo uso de un clásico de la música de despecho, expresar lo que, a mi modo de ver, se debe pensar, cómo se deben mirar a estos individuos que se atreven a coger a sus parejas de bolsas de boxeo. Quién mejor para ilustrarnos que Paquita la del Barrio, con su inigualable estilo, para esta ocasión con la muy popular Rata de dos patas: “Rata inmunda, animal rastrero, escoria de la vida, adefesio mal hecho”, así debemos mirar a estos pocos hombre que se creen con el derecho de golpear o insultar a sus compañeras sentimentales, eso sí con todo el respeto de las ratas de cuatro patas. 

Para algunos lectores estas pueden ser palabras mayores, pero es inaudito denominar con adjetivos más suaves a unos supuestos seres humanos que estuvieron dentro del vientre una mujer, que se alimentaron de su pecho, a quienes una mujer les curaba las heridas, les limpiaba los mocos, la ‘cola’, y las lágrimas, pero que ahora a la pareja con la que ellos mismos decidieron estar terminan ‘moliéndola’ a golpes o acabándola a insultos, realmente esto además de inaceptable se escapa de cualquier lógica. 

Ahora quiero decirles a todas las víctimas de estos patanes que les griten en su cara, sin pena, miedo o pesar, “Rata de dos patas te estoy hablando a ti, porque un bicho rastrero, aun siendo el más maldito, comparado contigo se queda muy chiquito”. Invitarlas a que pasen su duelo, a que lloren, griten, se desahoguen, pero también a que sigan adelante, a que entiendan que este maltrato no las define, a que pueden aspirar a algo mucho mejor y a que procuren no repetir el mismo patrón una y otra vez.

A usted maltratador quisiera que analizara que con su actitud no se convierte en nada más que una “… sanguijuela… cucaracha, que infecta donde pica que hiere y que mata”, por favor piense que con eso logrará tener una mujer sumisa y temerosa amarrada a su lado por un tiempo, pero que eso no es eterno, que con los maltratos tardeo o temprano termina solo, ya sea porque su pareja se va a cansar y escapará o porque usted terminará convirtiéndose en un asesino, llegando a cegar la vida de esa persona que dice amar.

También toda la sociedad debe pedirle a personas como usted que se trate, pues tiene una enfermedad sicológica, en esta medida se podrá evitar que se perpetúe el fenómeno del maltrato, pues es bien sabido que si usted proporciona para sus hijos un ambiente donde solo hay maltrato, aunque ellos no sean las víctimas directas, ellos se convertirán en los maltratadores o los maltratados del futuro, debido a que normalizaran la violencia y la convertirán en un aspecto habitual en sus vidas.

Para aquellos maltratadores de segunda generación, es decir, que crecieron viendo y sufriendo maltrato, que deciden convertirse en victimarios quisiera pedirles que se detengan un momento a pensar en cuando ustedes, o sus madres, eran los vulnerados. Cómo se sentía, qué pensaba, cuánto le dolía, si considera que aquello estaba mal, detengas, respire y evite continuar el mismo círculo vicioso. Seguramente esto le ayudará a estar en paz, evitara que la cadena siga y permitirá que usted sea mucho mejor que aquel del que fue víctima; por supuesto busque ayuda.

Para finalizar, a la sociedad en general hay que recordarle por enésima vez que es inaudito que seamos permisivos con el maltrato y debemos preguntarnos cuántas muertes más debemos tolerar para poder reaccionar, cuántas más para intervenir y evitar que siga sucediendo.

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