sábado, 2 de agosto de 2014

El afán: una posible muestra de mala gestión


Por: Oscar Tellez Dulcey
Facebook: Oscar Tellez
Twitter: @oscar_ftellez


Que el Alcalde Gustavo Petro sea considerado lento en la ejecución y gestión de los distintos puntos de su gobierno, es un tema que ha sido relatado por diferentes medios, entendido desde diversos puntos de vista y criticado por esferas individuales de la sociedad. Soy de los que cree que las cosas competentes, bien hechas y por demás responsables toman determinado periodo de tiempo, y que no podíamos, ni podemos esperar, que de la noche a la mañana, cuando Petro se posesionó como alcalde de Bogotá, por arte de magia, la ciudad fuera entendida como el mejor lugar para vivir.

A pesar de tener mis diferencias con Gustavo Petro, son más las cosas que comparto con él. Me disgustó que haya emprendido un acto de reivindicación contra la elite tradicional colombiana, y luego estrechará su mano de la forma más amigable con el Presidente Santos en su campaña por la reelección, en aquella ocasión me pregunté si el hombre pensó en el bienestar del país, o en sus intereses personales para con la Alcaldía, o si simplemente se cobijo con el mentiroso manto de la guerra contra el hoy senador Álvaro Uribe Vélez. Pero admiro su compromiso con los sectores vulnerables de la sociedad, la limpieza que emprendió contra la corrupción y su estilo de gestión. Este último aspecto tan debatido y que por estos días pone en tela de juicio lo que nombre en segunda instancia: la limpieza contra la corrupción.

El orden que rige nuestro mundo es entendible con una frase: time’s money. Para cualquier persona es de suma relevancia no perder ni un solo minuto, y tratar de no fallar en sus acciones, porque el error produce únicamente pérdidas y no es nada rentable. A los bogotanos -acostumbrados a vivir Alcaldía tras Alcaldía en obras que no concluyen, casas que no se construyen, sistemas de transporte que no mejoran y la falta de establecimiento de una verdadera cultura ciudadana- ya no les queda espacio en la cabeza para acomodar un error o una espera más. Quienes vivimos en esta ciudad queremos no tener el apodo de Atenas sudamericana solo por reconocimientos. El habitante de Bogotá quiere que su paraíso sea construido como Dios manda: en seis días para descansar el séptimo.

La presión que tiene esta Alcaldía en cuanto a ejecutar obras, entregar contratos para que se realicen las mimas y promover esa llamada ‘’cultura ciudadana’’ es demasiada, al afán en la ejecución de proyectos solo han quedado fotografías de las administraciones anteriores, por demás corruptas y privilegiadoras con unos cuantos. A esto se suma las trabas que tienen documentos banderas de esta administración como su Plan de Desarrollo y el Plan de Ordenamiento Territorial (POT). Petro no los dijo alguna vez: la plata está, pero si no la sueltan ¿qué podemos ejecutar?

Ahora bien, es necesario concentrarse en algo que por esta semana los grandes medios del país han calificado de la guardia pretoriana del Alcalde. Petro despidió de su administración a un grupo de personas para poner a otros en el vagón, trajo a esa guardia que con vista en el afán por la ejecución aparta al alcalde y es una fuerte influencia en sus discursos ante la opinión pública. Si Jaime Garzón decía que lo malo de Serpa eran los amigos, pues con Petro no es distinto, lo malo de Petro pueden ser sus asesores y allegados.

Sumémosle la prórroga del contrato de transmilenio a Servicios Integrales de Transporte (SIM), o las vistas de carrusel que se vislumbran en la ETB y la empresa de acueducto. Aunque en lo personal esto solo se queda en vistazos de muy lejano alcance, que tienen a miles de funcionarios y trabajadores progresistas investigando los hechos que podrían dañar la gestión de Gustavo Petro. Nuevamente el afán abre escándalos y crea adversarios, si las cosas nos e realizan en el tiempo socialmente necesario, empezamos a ver un carrusel donde posiblemente no lo hay. 

Miremos la ejecución, no creamos que todo el tiempo es dinero y entendamos que de los errores cometidos en esta administración pueden dar luz a una posible ‘’mejor ciudad’’. Y esperemos también, que Gustavo Petro y su bancada no me decepcionen, pues si las sospechas planteadas en esta columna resultan ciertas, de seguro perderemos los que habitamos la alguna vez llamada capital mundial del libro. 

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