Los
sin-esperanza
Por: Óscar Téllez Dulcey
Facebook: Oscar Tellez
Twitter: @oscar_ftellez
Muchas veces escuchamos en los medios de comunicación, en nuestro barrio, en nuestra casa y por cualquier lugar que queramos mencionar, que el sistema jamás va a cambiar, que lo único que podemos hacer es intentar conseguir un buen empleo para salir adelante y no pasar necesidades. Hoy me pregunto, ¿es enserio que el sistema jamás va a cambiar?, o bueno creo que es mejor preguntarse ¿por qué la gente cree que el sistema no va a cambiar? Las cosas no pueden seguir como están para siempre, el mundo capitalista no es el fin de la historia –como lo exponen muchos ilustrados-. Decir que hay un fin en la historia es una contradicción en sí misma. La historia referencia a transiciones y cambios.
Devolvámonos un poco en el tiempo. Los hechos –no solo como situaciones, sino como referencias de un contexto- nos han trazado una serie de episodios que responden a la evolución, en un principio meramente física, de los hombres y su capacidad de crear nuevos saberes y formas de organización. La llamada ‘’Prehistoria’’, la Edad Antigua, el Feudalismo, la Ilustración, el Capitalismo, el Período entre Guerras, etc. son consecuencias mostradas a través de hechos, que se desprenden de una serie de interpretaciones de lo que debería ser el mundo. Y si existe esa transición, ¿por qué decir que el capitalismo es el fin de la historia y que jamás dejará de existir? (esto es lo mismo que decir: el mundo jamás va a cambiar).
En mi humilde opinión, creo que esa desesperanza adquirida, que nos encierra en un espacio que no desarrolla y pone en práctica nuestras posibilidades de visibilizar un panorama distinto y las acciones de cambio para conseguirlo. Las razones para que nos sumerjamos en este estado de pérdida de la imaginación y en parte de los sueños, para mí, responden también a contextos históricos. Estamos tan aferrados a lo que nos viene rigiendo desde mediados del siglo XVI (cuando en Inglaterra se cambiaron los campos para arar la tierra, por pastos para criar ovejas productoras de la lana de exportación), y al discurso que nos venden los medios masivos y las clases dominantes para que no cambiemos nuestras realidades.
Volvámonos de nuevo en el tiempo, pero está vez de forma más puntual, para demostrar el porqué de mi disgusto con los sin-esperanza. La economía resulta ser una ciencia bastante útil y necesaria, pero la aplicación que han hecho los organizadores del sistema ha sido maléfica y corrompida. Cuando la aristocracia y la burguesía se repartieron los territorios campesinos en Inglaterra (modelo que acogió luego al resto del mundo), se llevó a una potencia más elevada la explotación del hombre por el hombre. La Revolución Industrial fue una evolución del mismo modelo, la explotación del hombre por el hombre mediada a través de la máquina. El establecimiento del Capitalismo, conjuga las dos anteriores y se abraza con otro campo: el de la creencia de que luego del capitalismo nada más existe.
¿Seremos tan desdichados para no darnos cuenta que la transición y el cambio son inherentes?, o mejor ¿no tendremos la capacidad de llegar a eso que les exponía Rousseau a sus estudiantes: para entender cómo es la vida y función del árbol, debemos escavar para observar la raíz? Si nos vamos tragar el cuento que las ideas diferentes al sistema que hoy nos cohesiona y coacciona murieron por allá en la Guerra Fría, pues nada que hacer resignémonos y ni pensemos en quejarnos de las políticas que nos impongan.
Debe existir algún punto en la historia, donde leeremos todo lo que nos ha acontecido para plantearnos un cambio significativo. Y después de esta madreada, la invitación es esa, creer en el cambio, tener la esperanza y construir paso a paso, los cimientos que nos formarán como sociedad avanzada y justa.