viernes, 2 de mayo de 2014

‘’Generalicemos. Digamos movilización popular’’


Por: Óscar Téllez Dulcey
Facebook: Oscar Tellez
Twitter: @oscar_ftellez


Me gustaría destacar el balance general de las manifestaciones en conmemoración del día del trabajador, pero podría caer en el cliché y perdería sentido esta columna.

Existe un hecho que viene preocupando al Gobierno Nacional, a los ciudadanos y a una serie de comerciantes que sobreviven gracias al trabajo de la tierra, su cosecha y distribución de sus productos. Me refiero, claro está, al llamado  Para Nacional Agrario. El pasado 30 de abril el Gobierno y los campesinos suspendieron los diálogos que podrían dar fin al paro, y hasta el momento nada se ha concluido para retomarlos. Ahora bien, quienes nos consideramos indignados con el sistema económico y político del país teníamos una consigna extra para las movilizaciones del 1 de mayo: reclamar un uso de la tierra propio, nacional y que resulte beneficioso para cada ciudadano.

El apoyo al día de los trabajadores y a su vez al campesinado se mostró pacifico, la Fuerza Pública no la ‘’sudo’’ tanto, como en años anteriores, al cumplir las órdenes de Estado. Un día del trabajo sin ton ni son, porque al no existir violencia los grandes medios de comunicación no encontraron nada para registrar. Los boletines de noticias pasaban por alto las peticiones de los trabajadores, de quienes se indignaron por el campo y de aquellos que se han pensado un país mejor. A esta hora, quienes se quedaron en casa el día de ayer sentirán agrado por la voluntad pacífica de los manifestantes, pero no pasará de ahí. La mayoría de ciudadanos que prefieren informarse por Caracol y RCN no estarán incitados a pensar los ideales políticos que existen detrás de la movilización del día de ayer.

Por eso, es conveniente recurrir a la historia y establecer una serie de ideas sobre lo que significaría llevar consignas claras a una movilización. No nos centremos solo en la conmemoración del Día del Trabajador, ubiquémonos en algo que recorre la misma línea, la movilización social. Recordemos el gran impacto que han generado las movilizaciones de la sociedad colombiana como una fuerte unidad. En el año 1977, por ejemplo, la sociedad colombiana demostró que es capaz de subvertir el orden establecido y pedir un país igualitario, justo y rentable para los colombianos. El Paro nacional del año 77 hizo temblar el sistema que nos vienen imponiendo siglos atrás, pero la poca persistencia (una característica general de los colombianos) no permite que la lucha política siga dando sus frutos.

Puede sonar utópico, pero si cada uno de los colombianos dejamos de lado el miedo a paralizar los medios de producción, a darle tanta importancia a los créditos financieros que acogemos, a rendirle pleitesía a la clase política y dominante, a pensar que si sacrificamos unas semanas de trabajo por sumergirnos en la lucha podríamos tener un país mejor; podríamos ser tomados en cuenta por aquellos quienes establecen las leyes que nos alinean en un solo camino. Votemos el trabajo por la ventana, pensemos que un día sin producción significa generar grandes pérdidas en eso que le duele tanto a la clase política: el bolsillo.

Gustavo Petro afirmó, en el marco de la Feria del Libro Bogotá 2014, que se había hecho revolucionario cuando leyó El Quijote y Rousseau, 100 años de soledad, La ciudad y los perros y Conversaciones en la catedral,  se hizo revolucionario. A mí me bastó con leer  Nada, algunos apartados de El Capital y algo de la teoría de Bakunin y Mijáilov, para entender que el poder de esta servido a los intereses de la clase oprimida, y que para reclamarlo solo basta con buena organización y permitirnos soñar con una estructura que beneficie a todos en condición de igualdad.

Finalizo diciendo que no podemos hablar únicamente de 1 de mayo, ó Paro Nacional Agrario, empecemos a agrupar y refirámonos todos y todas a movilización popular, a petición de las gentes, a los sueños por un país mejor y a manifestaciones beneficiosas para construir una agenda política justa. Invitemos a persistir, a no creer en todos los dispositivos de los que se vale el Estado para controlar, cambiemos la política del miedo por la política del coraje. Por ahí me dijeron alguna vez, ser valiente no significa tener miedo, ser valiente significa tener miedo, pero aún así afrontarlo.

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